 Miró después de experimentar con el postimpresionismo, cubismo y el fauvismo, viaja a París donde conoce a Picasso y el incipiente grupo surrealista de 1920, pero pasando gran penuria expone sin éxito.
Buscando un estilo propio culmina un periodo detallista con su obra La Masía y empieza un nuevo estilo pintando solo los detalles del modelo en forma de signos, en obras como Tierra labrada o el Carnaval del arlequín ya con motivos totalmente surrealistas.
Estas obras son expuestas en una segunda exposición en París en 1925 y en otra colectiva con otros surrealistas como Giorgio de Chirico, Max Ernx o Man Ray, con gran exito, colaborando con ellos hasta que el grupo se disuelve.
Su estilo cada vez más abstracto e ingenuo, lo incorpora a grandes esculturas y murales cerámicos.
A partir de 1940 Joan Miró y Josep Ll. Artigas, un ceramista amigo del artista, colaboran en multiples murales como los murales de Sol y la Luna de la Unesco de 1955, buscando soluciones estéticas con el uso de los esmaltes y los azares en las cocción de las piezas
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